Ya sabéis
que ese espacio es uno de los lugares
más queridos por D. Miguel de Unamuno.
Ahí, en la calle Bordadores
estaba su casa, si se asomaba al balcón, veía el torreón de las Úrsulas, y su
paseo lleno de árboles que lo conducían hasta el campo de San Francisco, por
donde él paseaba en compañía de su mujer Concha.
Hoy el
espacio lo llena no solo el convento, sino Unamuno que con su escultura mirando
hacia la que fue su casa, forman un todo perfecto, por su belleza.
Al visitar
el convento, me encontré con la sorpresa, pues nunca había reparado en él, de
reconocer sobre la puerta de acceso, un ángel que sostiene el escudo de Alonso de Fonseca, fundador de este convento.
¡Claro! A Unamuno
no le pasó desapercibida esta figura y la quiso plasmar en un carboncillo, a
los que también él era muy aficionado.
Os dejo la
foto que he hecho y el carboncillo realizado por D. Miguel, para que veáis lo
bien que se le daba también pintar.
Espero que os haya gustado esta curiosidad y si paseáis por este lugar, levantéis la vista para contemplar la belleza y la historia que encierra este convento.
¡Qué lujo de ciudad! ¡cuánta historia encierra!
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