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jueves, 31 de julio de 2014

Canciones para una música silente. Antonio Colinas

P1070343El día 15 de Mayo, dentro del marco de la “34 Feria del libro de Salamanca” el poeta leonés Antonio Colinas, presentó su último poemario: “Canciones para una música silente”
Se podría decir que este poemario es un libro de libros, pues contiene ocho secciones que se pueden leer como libros independientes, son ocho vías para seguir profundizando en su poética: lirismo y hermetismo, poemas breves y otros de más largo respiro, poesía más sencilla y más depurada.
El tono suele ser lírico, también transcendental.
Además de adentrarse en la simbología de la mujer, también lo hace en sus raíces leonesas, y en las que le unen a Ibiza, donde vivió 21 años de su vida.
Existe pues tensión entre esos dos mundos y la dualidad está presente, como es habitual en su obra: la luz –la noche, lo blanco –lo negro, y un largo etcétera.
Este libro desea ser un gesto de libertad creadora ¿cuál no lo es para quien escribe desde la llamada de su propia voz interior? ¿cómo rehuirla, además a éstas alturas de mi vida?
Las secciones en que se vertebra el libro son las siguientes:

-El laberinto invisible

-Semblanzas sonámbulas

-Siete poemas civiles

-Un verano en Arabí

-El soñador de espigas lejanas

-Canciones para una música silente:

.Valle de Sansueña

.Llamas en la morada.

El último poemario de A. Colinas, sorprende en primer lugar por su título: “Canciones para una música silente”.
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Así nos lo explica el poeta:
Existen dos músicas, la que podemos oír, y otra interior, la que yo llamo silente, que nos lleva a un conocimiento profundo y de sentido órfico, que ha sido una constante en mi poesía.
Es como “la música callada “de Fray Luis de León.
El poeta escribe partiendo de esa música interior, que no escucha pero que sí siente y que proyecta en sus versos, siendo fiel a esos ideales de verdad y belleza.
Esta idea lleva al lector a la plenitud y a la armonía.
El término Canción, remite a tres de las secciones del libro, el cual se va sintetizando y condensando y nos lleva la razón última de este poemario.
“Solo quisiera/ escribir mis palabras con silencios:/ escribir el poema sin palabras.
Solo quisiera/ musitar el poema/ como plegaria de silencio/ en el silencio.”
Estos versos cierran el libro, y bien podrían definir el espíritu de este poemario, a contracorriente.
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Colinas está cada vez más cerca de la palabra desnuda, a la palabra sin artificio, despojada de intención y de poder.
Este libro es la culminación a la llamada del silencio.
La poesía, sobre todo a mi edad es un viaje al silencio…
Así lo expresa el poeta en una entrevista en elcultural.es
Como constatamos en “Canciones para una música silente”, la poesía siempre ha trabajado con temas eternos, como el amor, la naturaleza, el tiempo, lo sagrado.
El hilo conductor de este extenso poemario se puede decir que es la búsqueda del conocimiento.
Uno es poeta para conocer mejor la realidad, hacer preguntas y buscar respuestas.
Allá donde no llega el pensar ni el filosofar, aparece la poesía, el lenguaje de forma y contenido nuevos
En este poemario tiene especial relevancia el tema de la mujer.
La mujer como símbolo polivalente y polimórfico: es la amada, la amiga, remite a lo telúrico, a lo fértil, a lo germinal, conecta con la naturaleza, en definitiva, la mujer es una vía de conocimiento, un ideal de belleza y verdad igual que en el renacimiento, como en La Vita Nuova de Dante.
El término Sagrado: no remite obligatoriamente a lo religioso sino que es toda la realidad en armonía y humanizada.
Podría decir que cada sección tiene sus símbolos característicos, por ejemplo en Llamas en la morada, encontramos los propios de la infancia del poeta, como: La nieve, la lechuza blanca, las viñas, los cerezos, los grillos…

domingo, 13 de julio de 2014

Mi homenaje a Pepita Sánchez Sousa, la niña de 91 años.

Queridos amigos que seguís mi blog.
Después de estos días de silencio, quiero asomarme de nuevo a estas páginas, para rendir un pequeño homenaje a mi querida poeta Pepita Sánchez Sousa.
Que allá donde estés recibas mi cariño.


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Así fue nuestra historia…

Conocí a Pepita en la última salida que se hizo con Salamanca letra contemporánea, con el tema: La Salamanca desaparecida, allá por el 2011.
Si queréis que os diga la verdad, del grupo que asistimos a esa salida, solo me acuerdo de ella. Ya desde el primer día que la conocí, me llamó la atención: cómo intervenía, como opinaba…
El paseo discurrió por la Vaguada de la Palma, un sitio nada céntrico, pero a ella no se le ponía nada por delante, a pesar de su edad, ochenta y nueve años. Cuando terminó era bastante tarde.
Recuerdo cómo sin conocernos de nada, le ofrecí mi brazo para que se apoyara y fuimos hablando enganchadas como si nos conociéramos de toda la vida. Le acompañé hasta la Plaza Mayor, allí nos despedimos.

Yo había leído hacía unos pocos meses en el periódico, la noticia de que una señora de casi noventa años, había publicado un libro de poesía, y que se lo había prologado el profesor de literatura de la USAL, Antonio Sánchez Zamarreño, até cabos y llegué a la conclusión de que tal vez era ella esa señora a la que le habían publicado ese libro.
Se lo pregunté y me dijo que sí, ese fue nuestro tema de conversación hasta que nos despedimos.
Veía en la publicación de ese libro de poemas, el mayor regalo que le había hecho la vida.
Ella no daba crédito a los que el profesor  Sánchez Zamarreño decía en el prólogo sobre su poesía.
¿Esa soy yo?  se preguntaba y terminaba diciendo la frase que siempre asomaba a sus labios cuando alguien la elogiaba: “ Si solo soy Pepita…”
Fruto del encuentro con esta persona maravillosa y genial a la que había conocido, nació un sencillo poema, en el que le expreso mi admiración.

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Los frutos de la siembra

Has descubierto ser poeta
cuando el otoño de tu vida
anida en ti.
Eres grande en tu aparente pequeñez
un gigante extraordinario
al lado de quien nutrirme.
Quién dice que tú,
pequeña, menuda, senil,
encierras lo que encierras,
    un alma grande,   
unos ojos despiertos ante la vida,
la seguridad de saberte ya poeta,
sin nada que perder.
Te veo recogiendo
los frutos de la siembra,
que aunque ha sido larga,
ha merecido la pena.
¡Pepita poeta!
aunque no lo supieras.

Nuestro segundo encuentro fue fortuito, en la calle, pues vivíamos relativamente cerca. Nos saludamos con mucho cariño, pero mi cariño era ya admiración hacia su persona. Me conquistó su optimismo, su alegría, su vitalidad y sobre todo… el amor con el que hablaba de los grupos de poesía a los que pertenecía, a los que no faltaba y con los que mantuvo su compromiso hasta el final.
Ella me animó a que me apuntara a algún grupo y fuimos compañeras en Pentadrama. Me alegro mucho de ello porque nos permitió disfrutar juntas de muchas actividades y compartir talleres y encuentros literarios donde lo pasábamos muy bien.

 

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